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Se presentó La nueva fiebre del oro, en San Lorenzo Tezonco.



La nueva fiebre del oro, de Haydee Tassinari –maestra en Economía y catedrática de la UACM– es un trabajo minucioso sobre el tema del extrativismo en México, que explica la trama de relaciones y de las consecuencias que el tema implica en el ámbito ecológico, social, económico y político, y que ofrece una visión completa y articulada de cómo se relacionan y cómo están implicadas las autoridades federales y locales con los dueños de los consorcios empresariales e, incluso, las alianzas que se tejen con grupos del crimen organizado, por ejemplo en el estado de Guerrero, para deshacerse de los líderes que están organizando la resistencia de los pueblos que son despojados por la actividad minera.


Los datos que la autora presenta sobre la actividad expansionista de las mineras –comentó María Mayela Parra, también académica de esta casa de estudios– son alarmantes, pues se calcula que aproximadamente un 30 por ciento del territorio nacional está concesionado o en vías de concesionarse. Pone sobre la mesa información sobre los grupos empresariales extranjeros y nacionales, la nula responsabilidad de los dueños de los consorcios para remediar los daños que han ocasionado al medio ambiente, así como las políticas de apoyo que las autoridades dan a los concesionarios, la carencia de justicia para los afectados y para la propia naturaleza; de ahí la importancia de hacer una reflexión sobre la nueva forma de colonización que estamos viviendo, apuntó.


Por su parte, el profesor Octavio Campuzano aseguró que en un día una mina requiere el agua que necesitan 60,000 personas, con la que se podría abastecer una parte de las necesidades de agua en la delegación Iztapalapa; algunas minas en Perú y México requieren hasta diez veces más agua para limpiar el mineral. “Las minas mezclan agua con cianuro que desechan; ya contaminado llega a los localidades y –además de filtrarse a los mantos freáticos que inutiliza la poca agua que existe– la narrativa que quieren imponer las mineras es que van a traer progreso, pero la gente de esos lugares sabe que no es así. Hay un retroceso, provocan contaminación, enfermedades, daño al ambiente, etcétera”.


La llegada de una mina, dijo el académico, no se reduce a la destrucción ambiental sino a la destrucción de una forma de vida, de ser y estar en el mundo, la invasión de un territorio también implica someter a los pobladores, los convierte en mercancía, racionalizan sus mentes y moldean los cuerpos. El libro explora temas para la discusión en la materia a nivel global; ofrece datos sobre la antigüedad, número y valor, tipo y cantidad de mineral, consorcios involucrados, cómo fue la venta, quién vendió y a quién.


La autora menciona que de los 66,000 Km2 de territorio de Zacatecas, está concesionado el 43%, y Oaxaca –con más de 80,000 Km2– sólo tiene concesionado el 12%; este trabajo es muy amplio por lo que su lectura es necesaria, precisó Campuzano.


Luego de agradecer la participación de los académicos mencionados, Haydee Tassinari comentó que su trabajo es un grito de alerta de los problemas económicos y ambientales más graves que vive la humanidad en las últimas tres décadas, particularmente en México como país minero, donde se mantiene esta tradición pero bajo formas de explotación de los minerales jamás conocidas en los 300 años de sociedad colonial: el desplazamiento de decenas de miles de personas en comunidades de Guerrero y Oaxaca producto del despojo que hacen las mineras nacionales o extranjeras al perder sus territorios.


“Esta investigación la hice pensando en los estudiantes de la UACM; busca que la comunidad universitaria maneje el tema del extrativismo, de la minería y de sus repercusiones: destrucción ecológica o desposesión. Aunque las minas estén en Sonora, Zacatecas, Sinaloa, Oaxaca o Guerrero, tarde o temprano el extrativismo nos afectará. El gasto de 400 millones de metros cúbicos de agua al año –por parte de las mineras– implica la pérdida de un manto acuífero. Por ejemplo, a unos metros del Plantel San Lorenzo Tezonco existe una condición de extrativismo”, dijo.


En ese sentido, la autora invitó a los estudiantes a formar parte de una resistencia nacional en contra de esta forma de producir metales preciosos y minerales base, como el cobre, plomo o zinc, que se extraen a cielo abierto. La maestra Tassinari recordó que Industrias Peñoles –propiedad de la familia de Roberto Balleres, principales productores de plata en México, con más de cuatro décadas en la minería– declaran en sus reportes anuales que poseen dos millones de hectáreas del territorio de nuestro país. Minera Frisco –de Carlos Slim– un millón de hectáreas en ocho estados; el valor de sus acciones es tan alto como la de los Balleres. Y Grupo México, de Germán Larrea –los reyes del cobre que también tienen minas en Estados Unidos y Perú.


De acuerdo a la Secretaría de Economía, a nivel nacional las concesiones ascienden a 21 millones de hectáreas, esto significa el 19% del territorio de nuestro país. Es decir, casi una quinta parte del territorio le pertenece a los consorcios privados. Estos tres millonarios tienen el 13% de las concesiones otorgadas; el fenómeno de la desposesión significa perder 20% del país.


La autora concluyó que muchas mineras canadienses que comparten esta dinámica de despojo y de desposesión, no obstante sus 280 empresas que operan en territorio nacional, tienen una proporción menor de tierras, que la de estos tres mexicanos juntos.


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