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Pre-figurando existencias; Noveno Encuentro de estudiantes de filosofía e historia de las ideas.

  • comunicacionuacm
  • 21 ene 2019
  • 4 Min. de lectura

La novena edición del encuentro de estudiantes y egresados de la Licenciatura en Filosofía e Historia de las Ideas –del plantel San Lorenzo Tezonco de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM)– dio cita no sólo a los estudiantes, sino también a los académicos que siempre han apoyado la realización de este tipo de eventos; en ese sentido, este encuentro arrancó con una mesa sobre las implicaciones políticas y ontológicas de “ser un estudiante de filosofía e historia de las ideas”, en la que participaron Bily López, Belegui Gómez López y Luis Ramos-Alarcón Marcín –ambos académicos de la UACM– bajo la moderación de la estudiante María Martínez.


El problema de ser un estudioso de la filosofía, inició Gómez López, es que no hay un punto final. Los estudiantes frecuentemente preguntan a qué autor deben creer, a quién leer para aprender qué es la filosofía y por qué nadie se pone de acuerdo en ella. La pregunta –dijo la académica– es difícil y no hay respuestas. Señaló que no se trata de aprendernos a todos los autores (además de que sería imposible), más bien se trata de aprender a hacer preguntas y aprender a buscar respuestas. “Aclaro, no estoy diciendo que no debemos leer a los filósofos, ya que son el insumo y la guía para plantear preguntas –además son un mapa en esto de ser críticos– de tal modo que no puedo decir que tengan que leer a tal o cual autor para entender la realidad; eso no sucede, por eso no hay una sola respuesta a esta pregunta”.


Al estudiar filosofía nos encontramos con la compleja relación universidad-docencia. Es decir, quienes estamos en un aula frente al estudiante, encontramos que los programas universitarios dicen unas cosas muy interesantes, pero a la hora de enfrentarnos a las horas de aula pasan otras cosas, cosas misteriosas. Es decir, el docente transmite lo que entiende por filosofía, pero no siempre corresponde con lo que el papel institucional ha avalado y luego tenemos las cosas que pasan con el estudiante; a veces encontramos estudiantes que están porque les hace falta la materia, porque necesitan determinados créditos y no porque realmente les guste o les apasione.


En el libro El Porvenir de las Universidades, Friedrich Nietzsche da duro y a la cabeza a las universidades, docentes y estudiantes que seguimos en los mismos vicios. Quienes somos docentes queremos que los estudiantes piensen por sí mismos, pero no ampliamos nuestros panoramas. No todos quienes estudiamos filosofía estamos comprometidos con nuestro proceso cognitivo, hay docentes que dicen que todo lo que viene de Europa, África, América o de otros lugares del planeta es bueno, de allí la necesidad de pensar por nosotros mismos, de atrevernos a plantear cosas distintas. Por un lado la institución no siempre revisa los programas, a los docentes nos dicen que hagamos cosas, pero no nos lo permiten y, a los estudiantes, con que pasen ya está bien.


La pregunta detonadora de esta mesa –sobre las implicaciones políticas y ontológicas de ser un estudiante de filosofía e historia de las ideas– es fuerte, ya que para hablar de algo hay que revisar varias aristas. Cuando explicamos la realidad, no sólo es una cosa dada; hay muchas cosas alrededor que nos llevan hacia un camino. Además, ¿cómo plantear problemas ontológicos o políticos de los estudiantes uacemitas del aquí y el ahora?, porque no son los mismos estudiantes los que vivieron el paro de hace unos años, que los que no lo vivieron; los estudiantes que acaban de llegar a la Universidad no entienden el entramado político en el que hoy estamos sumergidos.


La respuesta a lo que tendríamos que hacer, indiscutiblemente, sería –dijo Gómez López– plantear la responsabilidad, tanto de docentes como de estudiantes, de hacia dónde vamos, cómo se enseña y se aprende filosofía en un proyecto educativo como la UACM, con las características peculiares que vivimos hoy día. Los que más o menos vemos este monstruo llamado Universidad y los que –cuando hablan de la UACM– siguen diciendo la peje-universidad, los pejes-zombis-uacemitas, todavía seguimos en un entramado social y político del que no hemos podido quitarnos la etiqueta, y ni siquiera sé si algunos estemos conscientes de que tenemos una etiqueta que no sabemos si queremos; los estudiantes de filosofía debemos hacernos preguntas en torno a esta situación.


La respuesta, reiteró la académica, está en la posibilidad de preguntar y encontrar respuestas de manera crítica pero, sobre todo, fundamentada; cuando demos una opinión podemos decir: mi opinión en este momento puede ser una locura mía, pero también había un loco que se llamaba, Sócrates o Foulcot, que pensaban más o menos como yo. Si somos muchos locos, por allí hay un camino. Afortunadamente, en una universidad como esta se puede hacer cualquier tipo de filosofía y hacer unos tejidos rápidos, sin embargo me parece que lo más importante es leer mucho, seguirnos preguntando cómo se relaciona lo que leo con la realidad y, lo más importante, cómo puedo transformar la realidad a partir de lo que yo estoy pensando. En la UACM estamos pensando en estudiantes que además sean entes activos, entes que participen dentro de la sociedad, que hagamos anclajes sociales, que salgamos de la esfera de las cuatro paredes y nos vayamos a la sociedad.

 
 
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