Décima Jornada Rodriguista
- comunicacionuacm
- 12 feb 2019
- 4 Min. de lectura

Simón Rodríguez fue instructor de Simón Bolívar. Después de muchos años se reencontraron por casualidad en París y, juntos, decidieron caminarse hasta Roma y desde allí, Simón Bolívar –junto con Rodríguez– anunció al mundo que iba a liberar a Venezuela y a toda la zona. El gran error de Rodríguez fue ser testigo del juramento del libertador; de ahí en adelante, Rodríguez fue conocido como el tipo que había oído lo que dijo Bolívar, y nadie se dio cuenta de que, en el fondo, Simón Bolívar era el brazo armado de un cuerpo del cual Simón Rodríguez era la cabeza. Esa interpretación es la que todavía falta imponer en la cultura latinoamericana, dijo Luis Camnitzer, durante la Décima Jornada Rodriguista que se llevó a cabo en la Facultad de Artes y Diseño de la UNAM, conjuntamente con el Grupo o Inventamos o Erramos, de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM).
Recordar la muerte de Simón Rodríguez –con su lenguaje, su propia personalidad y en su propio tiempo– de suyo resulta importante. Es en este contexto que queremos compartir –porque nos entusiasma– que es lo que nos mueve para decir que este viejo filosofo vale la pena; es alguien que nos interpela, nos gusta y demanda. En algunos de sus textos este gran tipógrafo decía que él no escribía para las generaciones de su tiempo, sino para los hijos de los hijos que estaban por nacer; él pensaba mucho en esa posibilidad de futuro. En ese sentido, en México, se han formado varios colectivos para investigar porque Simón Rodríguez es importante, comentó la Dra. María del Rayo Ramírez, Coordinadora del Grupo o Inventamos o Erramos, y académica de la UACM.
Rodríguez logró combatir la literatura lineal a la que todavía estamos acostumbrados. Sus ideas se reconstruyen en la mente del lector de una forma mucho más ‘incontaminada’, que si fuera escrita de una forma tradicional. Ayudado por la tradición del caligrama, la forma en la que lo hizo Rodríguez fue increíblemente original y revolucionaria, porque el caligrama en el fondo era un juego tautológico: ilustrar la idea que está siendo armada por esa palabra. Rodríguez revela una ideología, una posición anticolonial y pedagógica muy compleja que –para escribirla en términos de linealidad– hubiera requerido muchos tomos para hacerlo con claridad, para llevarlo a la mente del lector sin erosión.
Con el sistema de diagramas semicaligramático –pero haciendo un mapa de su idea para que el lector recorra el mismo, al tiempo que guie la palabra– logra minimizar la erosión de la información en la comunicación, Rodríguez es el origen del conceptualismo latinoamericano y no el arte conceptual norteamericano o europeo, dijo Camnitzer.
Aunque no haya conocimiento de Simón Rodríguez –ósea, no hay una herencia directa que uno pueda trazar– hay una especie de abono en el terreno del cual, entre la falta de recursos, el desarrollo del ingenio que nos lleva en el subdesarrollo de ver como logramos máximos de efectos con el mínimo de recursos es típico del desarrollo, lo que genera la estética de la pobreza. Eso para mí empezó con Simón Rodríguez, quien se ubicó totalmente en América Latina, decidió que el español distorsionado, el dialecto que se habla en nuestros países, en nuestros colectivos, tiene tanto derecho a existir como la Real Academia Española, subrayó el Dr. Luis Camnitzer.
En ese sentido, no hay errores; hay estímulos, puntos de contacto de conexiones que son locales y que permiten una cultura local para evolucionar al margen de lo que diga la estética o la ideología o el pensamiento hegemónico. Por eso, es importante una revisión para atrás y hacia adelante de mi obra sobre Simón Rodríguez, pero siempre teniendo a Simón Rodríguez como escenario atrás, que me susurra, dijo Camnitzer.
Partiendo del hecho que nos entregaron un regalo empaquetado, con mucho anhelo, admiramos el papel que lo envuelve, la textura y la decoración, los colores y la calidad de la cinta, pero no abrimos el envoltorio. Es lo que haría un niñito de dos años, pero tenemos curiosidad y decidimos abrir el paquete para ver que hay adentro; nos puede gustar, o lo apreciamos o no; somos consumidores, dijo Camnitzer en el cierre de las actividades.
“Apreciamos el regalo porque es lo que necesitábamos o queríamos, o lo apreciamos a pesar de que no lo necesitamos, porque revela algo que no sabíamos; nos quedamos con el regalo y no se habla más, somos consumidores maduros. Sin embargo, comenzamos a pensar que, a pesar que todo parece estar bien, que ese regalo es perfecto, es un regalo que se dirige a nosotros específicamente”.
Pero ¿quién se beneficia más con ese regalo?, nosotros o el que nos lo dio. ¿Qué pasaría si destruimos el regalo, quién pierde, qué consecuencias sociales tendría la destrucción?; somos consumidores politizados. El regalo nos hace pensar cómo se relaciona el papel que envuelve el paquete con lo que está dentro y cómo se relaciona el regalo con nosotros, cuáles son las consecuencias potenciales de estas relaciones para otra gente, para bien o para mal decidimos elaborar estos temas.
Deberíamos criticar el papel que envuelve el paquete si nos parece que no es coherente con el regalo. Criticar el regalo si no se mide bien en nuestra escala de valores, analizar los motivos que impulsaron el hecho de que se regale y advertir a los demás si pensamos que hay defectos en el proceso o trabajar con él si nos parece positivo, añadió.
“Decidimos que –bien o mal– ese regalo debería ser nuestro punto de partida para dar regalos a la gente; somos buenos ciudadanos. Decidimos fabricar los regalos nosotros mismos, los regalos pueden ser para niñitos o para consumidores pertenecientes a las distintas versiones mencionadas anteriormente; somos artistas. Decidimos ayudar a que los consumidores definen su apreciación con los regalos; somos artistas educadores. Decidimos ayudar a que los consumidores refinen su apreciación por los regalos y se convierten en ciudadanos mejores; somos artistas educadores politizados”.
Decidimos ayudar a que los consumidores refinen su apreciación por los regalos, se convierten en ciudadanos mejores y que también reduzcan su deseo de recibir regalos. En su lugar queremos que ellos también manufacturen sus regalos; somos artistas educadores politizados aún mejores. Decidimos ayudar a los que manufacturan los regalos que todo esto se trata de la habilidad de regalar y no de los regalos en sí, ahora es cuando finalmente estamos cumpliendo con nuestra tarea, concluyó el ponente.