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Megaproyectos, Geopolítica y Territorios Indígenas.

  • comunicacionuacm
  • 29 mar 2019
  • 6 Min. de lectura

Megaproyectos, Geopolítica y Territorios Indígenas. Museo de la Ciudad de México, Colegio de Humanidades y Ciencias Sociales, CAMENA.

La comprensión de la palabra es darnos cuenta que, entender las condiciones de la vida, es el problema fundamental que hoy y siempre ha tenido la humanidad. Actualmente nos cuesta trabajo discernir las palabras justas para comprender la crisis ambiental y –a través de esa comprensión de la palabra– orientar acciones, aseveró el Dr. Enrique Leff Zimmerman, coordinador de la Red de Formación Ambiental para América Latina y el Caribe en el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, en el marco del Foro Megaproyectos, Geopolítica y Territorios Indígenas, que se llevó a cabo en el Museo de la Ciudad de México.


Lo que nos convoca es la crisis ambiental, el efecto de una falla histórica de comprensión de la vida, dijo en la conferencia que ofreció sobre Neoextractivismo, entropía y sustentabilidad de la vida. La humanidad ha tardado mucho en entender cómo se creó y cómo evoluciona la vida desde el caos universal y la trascendencia de las ideologías religiosas que siguen prevaleciendo; como ser simbólico, el ser humano tiene que agarrarse de lo que pueda para poder existir.


En el encuentro –organizado por la Red Mexicana de Estudios de Movimientos Sociales, IBERO, el Geospatial Information Interoperability Exploitation Portable (GIIEP), el Centro Académico de la Memoria de Nuestra América (CAMeNA), y los Colegios de Humanidades y Ciencias Sociales y Ciencias y Humanidades (UACM)– aseguró que no basta toda la física nuclear y cuántica en la investigación de los agujeros negros para llegar al punto en el cuál meditamos en la ecología.


“El punto de dificultad para comprender lo que quería decir la física era ni más ni menos que el logos –esta característica propia del orden simbólico, lo que mucho después Nietzsche llamó la voluntad de progresar, esa impronta de querer aprender la naturaleza y controlarla desde la posición humana– tenía una característica muy particular de recolectar, y en esa recolección llevar el pensamiento originario a lo uno: el ser, esa voluntad de unificación”.


Leff, profesor de la División de Posgrado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, señaló que “necesitamos muchas palabras para comprender que la evolución es así, más allá de cómo serán las mutaciones genéticas. Vemos que la diversidad de vida que hay en el planeta es efecto de esa cualidad emergencial, de ese proceso de evolución que es diversificante. Es decir, hay una naturaleza de la naturaleza, el modo de ser de la vida organizada, es hacia la diversidad”.


Y aún cuando la diversidad del orden de la vida se da en el orden del género humano, se da en la vía de la diversificación. Hoy la diversidad de la vida que existe en el planeta es producto de la evolución creativa de la vida misma, pero también de los modos de intervención humana que llevaron –por ejemplo– a la maravillosa diversidad genética del maíz, de la papa o de los cultivos. Siempre en la evolución complejizante de la vida se dio esa conjunción, también complejizante; es decir, antes de que este logos que, tiende a la unificación, diera un giro por toda la historia de la metafísica hacia el orden de lo medible, o a la traducción de todo lo existente. En otras palabras: de la diversidad ontológica de todo lo que es traducido, complicado, intervenido y llevado a la unificación del mercado.


Hoy, por primera vez en la historia de la humanidad, empezamos a darnos cuenta de los límites de haber intervenido de esa manera los destinos de la vida, y eso lo entienden los pueblos de la Tierra mejor que nadie, porque el capital es la reducción de todo el valor económico de lo existente, y eso se convirtió –a través de un proceso ideológico, esa forma de conformación de nuestra mente, o de nuestros imaginarios de existencia como en el destino natural de la humanidad– en lo que se llama: el desarrollo, el progreso, el crecimiento sin límites; esto se ha incorporado e incrustado –de tal manera– en el modo de comprensión de nuestro sentido de la vida que, salido de ese objeto –cómo decía Max Weber: una jaula de racionalidad–, realmente estamos como pájaros enjaulados, aseveró el también investigador nacional nivel III, del Sistema Nacional de Investigadores.


“En ese modo de comprensión de lo que debería de ser, o de lo que estamos destinados a ser –como si eso fuera la naturaleza de la humanidad, el destino propio– y si allí nos llevamos de paso a la biodiversidad del planeta, lo calentamos o autodestruimos los ecosistemas, como dicen muchos, son los costos naturales de un progreso que no hay que detener”, precisó el ponente.


“Quisiéramos que estuviera clara nuestra responsabilidad histórica. Para eso se necesita tener una cierta claridad de cómo estamos ubicados en esta problemática que ha atajado el bienestar, el desarrollo de este país y del mundo. Entonces hablemos y reflexionemos sobre –otra vez el sentido de las palabras­– conocer la trascendencia de la transformación de qué y hacia dónde; necesitamos una comprensión de carácter ontológico, entender la naturaleza de las cosas mismas, cómo son y en qué condiciones estamos pensando esto”.


Cuando hablamos de transformaciones históricas –añadió– los caminos que se están poniendo en juego nos pone a pensar en el sentido de las palabras; si yo pienso en la historia de la evolución de la vida, de la historia humana, puedo pensar en los momentos críticos de transformación. Si vemos ese contexto, hay un momento fundamental de trasformación del universo en la constitución de la vida en este planeta. Allí hubo un momento fundacional enigmático, mucho más enigmático que las paradojas por las cuales atravesamos de emergencia, del orden simbólico, del pensamiento, la constitución de la vida.


Si no fuera por la capacidad de resistencia de la biosfera ante los modos de intervención del capital, efectivamente ya hubiéramos acabado con la vida en el planeta, lo que nos muestra la crisis ambiental. Es la gran falacia eso de que mientras más avanzamos en querer dominar a través de la cosificación del mundo, más desatamos los demonios y más se degrada el planeta y la vida misma; en ese proceso llegamos a los años sesentas del siglo pasado, donde estalla esta bomba que se venía preparando desde la instauración de ese logos humano traducido en la representación de la idea, que después Heidegger denominó, la era de la imagen del mundo, que no es otra cosa más que la actualización de este modo de comprensión de las cosas del mundo, precisó el Dr. Leff.


“Estalla la bomba poblacional por los avances de la medicina, la facultad de fundación del género humano llevaba a una capacidad de su reproducción en el planeta de no haberle puesto algún freno, aunque desde entonces el problema no era la cantidad de seres humanos que estaban destruyendo el planeta por sus necesidades de consumo, sino que era mayor la ganaderización que provocaba el desastre ecológico, la crisis ambiental”.


Después de que todos creíamos que estábamos en el barco correcto del progreso, salvo que los subdesarrollados no hemos aprendido bien como transitar a ese camino, o estábamos condenados por las estrategias y por la dependencia económica, tecnológica y científica, estamos embarcados en una inercia de un proceso que se ha instaurado en el mundo; ese modo de comprensión de un mecanismo perverso –que es el modo de producción capitalista– que actúa para activar la pulsión del crecimiento, enfatizó.


Debemos entender que el proceso de acumulación y de reproducción ampliada del capital es un proceso siempre in crescendo, que se alimenta de la naturaleza ya objetivada, cosificada para ser insumida a ese orden que traga a cualquier tipo de materia para producir mercancías –que supuestamente son una necesidad fundamental para resolver nuestros problemas de alimentación, de vestido para vivir. Los buenos indígenas saben que por allí no va la cosa. Empezamos a darnos cuenta de que nosotros tampoco, que la vía para satisfacer nuestras necesidades no es el incremento del producto interno bruto.


Lo importante es que nos demos cuenta que, esa jaula de racionalidad que dijo Weber, es mucho más que una jaula con un pajarito adentro; que verdaderamente se acerca más a los instrumentos de tortura que van apretando hasta que el cuerpo no da más. Es decir, allí hay una perversión que no alcanzamos a entender. Debemos construir, dijo, el orden que gobierne un mundo, y es un orden absolutamente anti natura, un orden de racionalidad técnico-económica que está apabullando esas condiciones de existencia de la vida misma, que afectan la vida humana.


El gran problema es cómo salir de ese ‘atrapamiento’. Hace cincuenta años, empezamos a hacer– lo que espero sea– la gran transformación (que sería por primera vez en la historia de la humanidad), darnos cuenta, sentarnos a intuir y a comprender las condiciones de la vida; que ha sido el gran olvido de la filosofía, de las ciencias y de las humanidades, dijo el Dr. Leff, uno de los principales autores de la teoría y la praxis del ambientalismo en México y a nivel internacional, particularmente en América Latina.


“Hoy no se puede pretender regenerar y recuperar al país, sin darnos cuenta de la crisis civilizatoria en la cual estamos inmersos. No podemos seguir viendo miopemente al mundo si nos oprime la corrupción, la inseguridad, el narcoterrorismo; esas cosas que no sabemos cómo se solucionan, por más que haya buenas intenciones”.


Leff Zimmerman –coordinador de la Unión de Científicos con Compromiso Social (UCCS)– externó su deseo de que la ‘Cuarta Transformación’ se inscriba en el orden del cosmos, el orden de la humanidad, haciéndose cargo de las condiciones termodinámicas, ecológicas, simbólicas y culturales de la existencia humana, porque hoy los destinos de la vida en la Tierra estarán conducidas por los modos de intervención humana sobre el planeta; los que están en marcha no son los que van a salvar la vida del planeta ni la existencia humana.

 
 
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